Trump no se atreverá a pelearse comercialmente con China

Por: Pascual Raul Zarate Gil

Aquí Puebla, desde Londres 8 de Marzo.- Un prolongado, incierto y débil futuro enfrentaremos durante los próximos años (pueden ser 4 u 8) de la gestión de Donald Trump. Inciertos porque representan la amenaza personificada al sistema actual. Ya les tomó y tiene la medida a quienes desde el gobierno manejan y dirigen el sistema mexicano.

Un sistema en decadencia, donde la riqueza se acumula en unos cuantos grupos y oligarquías de poder, donde las cargas, rescates y privatizaciones a ultranza se generalizan, se entrega la riqueza a unos cuantos grupos empresariales extranjeros y la pobreza se reparte entre las mayorías. Un gobierno sin apoyo popular será fácil presa de las políticas intimidatorias, abusivas, rabiosas de un hombre decidido a aplastar al más débil de sus vecinos y supuesto país amigo.

No es el mismo caso repetir en China lo que el magnate hace ventajosa e impunemente en México. China no es culpable de la decadencia de Estados Unidos o de que Estados Unidos sea el país más endeudado del mundo y tenga un déficit comercial casi endémico de 700 mil millones de dólares anuales. China ha sabido jugar sus cartas financieras y monetarias y tiene comprada una gran parte de la deuda norteamericana y cuenta con las reservas monetarias más altas del mundo, frente a un endeudado y deficitario Estados Unidos. Por eso Donald Trump ha tenido que ceder ante China, y soltado toda su furia sobre México , un país altamente dependiente a EstadosUnidos.

China representa la segunda economía más grande del mundo, no representa el mismo tipo de rival que lo es cualquier otro país. China está en condiciones de hacerle más daño económico a Estados Unidos que viceversa.

Históricamente China ha sido la joya de la corona, ha representado el país que siempre se quiso y nunca pudieron conquistar las potencias occidentales. Fue hasta la visita de Richard Nixon a Mao Zedong en 1972, cuando los Estados Unidos comenzaron a tratar a Beijing como un aliado para hacer crecer su economía y convertir al gigante asiático en parte del orden global establecido a través del Consenso de Washington.

Lo que representó un gran logro y un gran triunfo para el capitalismo norteamericano: capitalizar al comunismo chino y convertirlo en una súper potencia, no se tradujo nunca, como hubieran sido los deseos de Washington que China se convirtiera en la colonia económica más poderosa de Estados Unidos. China ha mantenido su autonomía y su independencia, su capacidad de autogobernarse, jamás se ha comido al garlito de la democracia norteamericana, su gobierno sigue fincado en el partido y el gobierno comunista; no ha permitido infiltraciones en su gobierno.

Hoy el presidente multimillonario de lo único que puede dolerse es de que sí, efectivamente, China ha crecido y se ha desarrollado gracias al capitalismo occidental, inclido el europeo, el japonés y el estadunidense. Y se va a convetir en primera potencia económica en dos o tres lustros con su tasa de crecimiento de 6% que es la más alta, al doble que la tasa de crecimiento de Estados Unidos.

Fiel a lo suyo y sin dejar a lado su principal característica, el de la incoherencia y declaraciones infundadas, Trump ha llegado a etiquetar a China como una amenaza y rival a Estados Unidos. Es cierto que China no ha sido el país que ha seguido las reglas al pie de la letra las imposiciones de otros países, al contrario, ha impuesto en su país y a nivel comercial en el mundo sus propias reglas del juego, muy a pesar a Estados Unidos.

Desde la perspectiva de Trump , China ha sido la causante de la pérdida de millones de empleos al otorgar mano de obra barata, realizar prácticas comerciales desleales y manipular su divisa. Si bien es cierto que Beijing llegó a manipular su moneda para promocionar sus exportaciones, hoy en día el banco central se enfoca en tratar de evitar que el yuan se debilite.

Referente a el bajo costo de la mano de obra, durante el periodo de 1990 al 2011 alrededor de 2 millones de trabajos de manufactura se perdieron en Estados Unidos, hoy en día la mano de obra en China es las más alta en Asia, cuando hablamos de que en los últimos 30 años se han generado más de 400 millones de empleos en China, a causa de que las empresas norteamericanas se movieron a otros territorios como el asiático, en busca de la mano de obra barata y abundante que coronó sua enorme rentabilidad y crecimiento; la formación de verdaderos gigantes trasnacionales que han ganado y siguen ganando, que hoy dominan los mercados globales, no sólo el chino.

Un temor real de Trump y seguramente de Estados Unidos, es el comienzo de una política en China para sustituir a las compañías norteamericanas, basada en una estrategia industrial del 2015 denominada “China 2025” la cual intenta subir el nivel de las manufacturas en productos de alta tecnología incluyendo equipo médico, carros eléctricos y robots. Si China logra independizarse y crear sus propios productos y tecnologías a tal grado de generar una sinergia innovadora a comparación de los norteamericanos, entonces ahí prevalece una real amenaza de superioridad o de verdadera competencia por el mercado mundial con Estados Unidos.

Donald Trump carece por el momento de un plan y política económica firme, coherente y predecible. Pues más allá de sus hostiles posturas y amenazas lo único que ha logrado con China es el mismo lenguaje hostilmente igualitario. China no le tiene miedo a Estados Unidos, no se lo ha tenido desde que concluyó la segunda Guerra Mundial, aunque le haya reconocido su papel preponderante en el establecimiento del nuevo orden mundial. Así que si Trump comienza a imponer aranceles punitivos a los productos Chinos, ese país responderá con las mismas medidas que pueden llevarlos a un desgaste incuantificable.

Lo que es esperable, es que el presidente norteamericano. Adopte una de las opciones legales para evitar una invasión financiera de China o la compra de empresas estadunidenses. Esta postura no es ajena ya es antigua y permanente, pues el Congreso a través de la ”U.S.-China Económic and Security Review Commissión,” solicito el año pasado que se prohibá la compra de empresas americanas por empresas paraestatales Chinas, al considerarlas contrarias a los intereses estadunidenses; también intenta prohibir la venta de chips de alta tecnología computacional para evitar que China le gane la carrera a Estados Unidos en la fabricación de los computadores más veloces y desarrollados.

En materia de agricultura se abre un delicado tema, el país norteamericano al contar con el sector industrializado y capaz de exportar, encuentra en China un contrapeso a ello por la capacidad de producción. Si Trump lleva a cabo sus medidas en este sector sería costoso pues abriría la puerta a otros países a posicionarse como nuevos exportadores prioritarios en ciertos productos. Por ejemplo México compra 17 millones de toneladas de granos a Estados Unidos, si se las compra a Argentina o a Rusia, le haría un enorme daño a los productores estadunidenses

Un ejemplo contradictorio de la política Trumpista es la visión en Brasil, donde el Secretario de Agricultulra Blairo Maggi, cuya familia es dueña de una de las mayores exportadoras de semilla de soya, señala que su país competirá por la venta. Pues la política de Trump hacia muchos países, en especial el Asiático abrirá la puerta a Brasil. Incluso el ex asesor económico del Departamento de Agricultura en E.U. y ex negociador en la Ronda de Doha “Joey Glauber” señala que la política de Trump es como pegarse un tiro en el pie” pues los agricultores norteamericana saldrá perjudicada al haber reajustes en toda la cadena de suministro global.

Otra mentira de Trump es señalar que la agricultura norteamericana se vea perjudicada por la globalización. Todo lo contrario, las ventas del maíz, semilla de soja, bovino y otro tipo de productos agrícolas llego a los 134 miles de millones de dólares en 2017.

Si bien Estados Unidos es un gran exportador en la materia, se ha visto mermado por países como Rusia al sobrepasar las exportaciones de trigo, Brasil y Argentina con maíz y semilla de soya, Ucrania y Rusia en grano y semillas de girasol, Australia y Nueva Zelanda en carne. La implementación de tecnología e infraestructura está ayudando para ello. Por ello los agricultores respaldaron el acuerdo comercial Trans-pacifico que señalaba aumentar de 4 a 5 billones de ventas en carne granos, pero la salida del (TTP) ha dejado esas estadísticas en cenizas.

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