La población más vulnerable es la que está pagando los platos rotos de esta crisis sanitaria; el 30% del canal de abasto tradicional, de máxima proximidad, conformado por 1 millón 200 mil puntos de venta tuvo que bajar sus cortinas por quiebra; 300 mil pequeños comercios cerraron sus puertas por la pandemia y en el marco de la reactivación titilante solo han vuelto a abrir 150 mil negocios con otros giros y con un menor margen de utilidad.
El pequeño comercio garantiza el abasto a más del 52% de la población; da manutención a 5 millones de personas; en muchos casos opera aún como una banca social de apoyo al ofrecer la oportunidad a sus clientes de consumir y pagar después. En la pandemia el pequeño comercio fue declarado actividad esencial, por lo que no dio la espalda a la comunidad, como nunca lo ha hecho.
“El mercado de lo local, de máxima proximidad detona la economía de las comunidades rurales, suburbanas, urbanas y periféricas; es una diáspora que entreteje el mercado interno mexicano; sin embargo, es importante recordar que las prohibiciones comerciales, encarecimiento de los servicios públicos (gasolina, diésel, gas, luz) y los crecientes índices de inseguridad son verdaderas barreras comerciales que terminan encareciendo los productos esenciales, empobreciendo el consumo popular, provocando una crisis alimentaria”, comentó Cuauhtémoc Rivera, presidente de ANPEC.