La unidad deportiva sació su hambre de juventud

Por Adrián Salazar

Con una larga y opulenta ráfaga de rayos multicolores se inundó la Monumental Plaza de Toros La Antorcha. Los miles de espectadores, provenientes de distintos estados de la república permanecían atónitos, perplejos por el especulo visual del que eran testigos.

 

Decenas de artistas, a un ritmo lento pero en momentos con cierto frenesí intercambiaban posiciones, volaban, se convertían en uno con el espacio, hacían movimientos coordinados, que vistos desde lo lejos, en la altura, parecían seres mágicos danzando. Era otra cultura la que se presentaba: la vieja cultura oriental se desplegaba ante el público, los seducía con su música, sus pasos, su vestimenta y su armonía.

Las personas que no podían resistirse ante tal espectáculo caían como un náufrago ante los cantos de las sirenas. Con los ojos bien abiertos, resistiéndose siquiera a parpadear, inmóviles como estatuas al borde del precipicio, los espectadores observaban el número cultural que el grupo de danza del Movimiento Antorchista presentó durante la clausura de la XVII Espartaqueada Deportiva Nacional.

Durante ese día, desde muy temprano en la unidad deportiva “Wenceslao Victoria Soto” se desarrollaba múltiples batallas, aguerridos duelos a muerte donde la más mínima falla dejaría caer sobre quien la cometiera la derrota absoluta. Decenas de deportistas que a lo largo de una semana se enfrentaron con lo mejor de otros estados en ocho disciplinas deportivas estaban dispuestos a no retroceder, ése fue el día porque que se mantuvieron ganadores durante toda una semana, pero ese día, ese 8 de febrero, era el día de la verdad, cuando ascenderían a la gloria como guerrero romano al sobrevivir una batalla más en el Coliseo, como fiera salvaje que lucha apostando su vida por conservar su libertad, como poeta que desea la inmortalidad en las letras, como un antorchista que aspira a la gloria, así los deportistas ahí reunidos buscaban la victoria en esta Espartaqueada y, con ello, poder llevar el laurel a su estado.

El sol mostraba su poderío, y los gladiadores del deporte se aferraban a la victoria. Durante horas batallaron, sudaron la camiseta. Los aficionados se desgarraban la garganta gritando una y mil veces consignas de apoyo. En algunos casos, como en la final de béisbol entre los equipos representantes de Puebla y San Luis Potosí, el apoyo de la afición fue intenso pero los de la casa terminaron abatidos, relevados a la sombra del equipo que mostró mayor técnica, concentración, entrega, hambre de victoria, al equipo que fue mejor en esta espartaqueda. Como esta, centena de justas se realizaron durante los primeros ocho días del mes de febrero en Tecomatlán, “La Atenas de la Mixteca”.

Lágrimas, risas, alegrías, tristezas, triunfos, derrotas y mucha solidaridad compartieron 15 mil personas ajenas unas de las otras, desconocidas en muchos casos, pero hermanadas en el deporte, impulsadas por un espíritu de compañerismo, camaradería y de hermandad, oponentes en la cancha pero compañeros de lucha.

Durante este último día, los sentimientos y las emociones estaban a flor de piel, era el día de la verdad, la ocasión en que el trabajo por fin sería recompensado. En punto de las cuatro de la tarde, cuando el sol aún hacía patente su presencia, la Monumental Plaza de Toros La Antorcha dio albergue a miles de almas, todas congregadas ansiosas de escuchar las palabras del primer antorchista, del fundador de la organización social más grande y mejor estructurada del país, que lleva 40 años luchando contra la pobreza, Aquiles Córdova Morán, líder nacional del Movimiento Antorchista, organización que este año se encuentra de fiesta y desde hace 17 ha dedicado también su lucha a fomentar el deporte en serio, donde el hombre transforme su conciencia y aspire a una sociedad mejor.

Previo a la clausura de este magno evento, durante la ceremonia y después del evento cultural en el que el grupo de danza nacional del Movimiento Antorchista presentó danzas de China, como homenaje a ese país, se dio a conocer el nombre de los tres estados que tuvieron el desempeño más destacado.

En primer lugar de la tabla general figuró Veracruz, quien acumuló un total de 371 puntos al lograr 27 medallas de oro, 36 de plata y 14 de bronce; mientras que el estado anfitrión, Puebla, se colocó en la segunda posición con 360 puntos gracias a sus 27 preseas doradas, 18 de plata y 26 más de bronce; el Estado de México obtuvo el tercer escaño en el pódium de ganadores con 356 puntos.

A las seis de la tarde con cincuenta y siete minutos, el ocho de febrero de 2014, Manuel Melchor Merino Muñiz dio por clausurada la XVII Espartaqueada Deportiva Nacional.

Cuando la noche desplazó al día, y la oscuridad cubría con su manto a Tecomatlán, las luces artificiales denunciaban el mar de gente que emprendía el viaje a sus hogares. Todos satisfechos, aunque unos más que otros por su participación en este evento, unos con el firme compromiso de mejorar su desempeño para la próxima Espartaqueada, y otros, los más afortunados, los que alcanzaron la gloria, con el compromiso mayor de refrendar su poderío deportivo.

Así se vivió la clausura de la XVII Espartaqueada Deportiva Nacional que organiza el Movimiento Antorchista. Ahora en Tecomatlán, recuperado en su sobriedad, las calles permanecen tranquilas, sigilosas; la unidad deportiva ha saciado su hambre de juventud. Ahora Tecomatlán se prepara para recibir a miles de visitantes en su tradicional feria que se realizará en la primera semana de marzo.

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