Es necesario que los jóvenes desarrollen y forjen su carácter, y se conviertan en hombres de bien para la sociedad, fue la exhortación que hizo el Mtro. Emilio José Baños Ardavín, Rector de la UPAEP, al impartir la Primera Cátedra a los estudiantes que comienzan sus estudios universitarios en este periodo de otoño 2016.
Ante la presencia de miembros de la Junta de Gobierno, académicos, administrativos y comunidad estudiantil, también el Mtro. Baños Ardavín tomó protesta a los miembros del Consejo Universitario que lo acompañaran durante su gestión para el periodo 2016-2017.
La Misa de inicio de cursos fue impartida por el SE. Mons. Gilberto Valbuena Sánchez, Obispo Emérito de Colima.
Durante la impartición de la Primera Cátedra, el Mtro. Emilio José Baños, exhortó a la comunidad universitaria a desarrollar el carácter, a ponderar lo correcto y lo equivocado, a no solo hacer el bien, sino a ser un hombre de bien.
Sentenció, “nuestra vida pareciera muy ocupada, llena de actividades, pero acusa paradójicamente una especie de ansiedad, una sensación de vacío; una falta de significado y significancia. Hay una especie de aburrimiento inconsciente, sin amar realmente, sin abrazar propósitos que hagan que se revalorice nuestra vida. Lo que es peor, muchas veces carecemos del criterio interior para asumir compromisos que no se tambaleen”.
Agregó que de repente nos encontramos haciendo cosas para buscar la aprobación de otros, no importando si hacemos lo correcto o no. Somos presa del juicio de terceros que muchas veces ni conocemos, cuyo fallo se emite a través de los “likes” y de los “retweets”. Juzgamos a las personas por sus habilidades, no por su valor. En suma, no tenemos una estrategia para formar el carácter, y sin ello, -nos dice David Brooks, autor del libro ‘The Road to Character’-, no sólo nuestra vida interior sino nuestra vida exterior terminaría cayéndose en pedazos.
Abundó, “El argumento central de Brooks tiene su punto de apoyo en nuestra cultura judeo-cristiana, que ubica al hombre como una creatura hecha a partir de cenizas, animada gratuitamente por amor y voluntad Divina, y que al término de nuestro caminar habríamos de retornar a Dios también gracias a un gesto de amor y redención. Nuestro cuerpo temporal, lo sabemos bien, volverá irremediablemente a convertirse en cenizas. Desde este referente recordamos y ubicamos nuestra frágil realidad que nos invita a cultivar una de las virtudes que menos buena prensa tienen hoy en día: la humildad. Sirva recordar que etimológicamente humildad proviene del vocablo griego humus, que quiere decir tierra; también Adán en hebreo significa tierra”.
El Mtro. Baños Ardavín reiteró que la humildad nos lleva a la sabiduría. Es la cualidad de saber lo que no sabemos, y encontrar la forma para saber manejar nuestra ignorancia, incertidumbre y limitaciones. “La humildad también nos hace ver que solos no podemos, y ésta es la piedra de toque, aunque parezca paradójico, de la formación del carácter. Es cierto, suena a contradicción. Estamos habituados a relacionar carácter con empuje, con determinación y superación; pero la forja del carácter, si no parte de esta perspectiva de la humildad, puede derivar, y frecuentemente nos ocurre, en orgullo hueco. Sin la perspectiva de la alteridad que sólo la humildad provee, el carácter se desmorona ante la primera ventisca”.
Dijo que el carácter no se forma con pura fuerza de voluntad; el carácter requiere del amor y de la dulzura, de amistades profundas, de ejemplos de vida que inspiran. Lo que es más, para combatir nuestro orgullo, autosuficiencia y soberbia, todos necesitamos de una ayuda que provenga fuera de nosotros: familia, amigos, ancestros, reglas, tradiciones, instituciones, vidas ejemplares y, para las creyentes, del mismo Dios.
Asimismo señaló que el carácter se forma en el valle de la humildad que nos lleva a silenciar nuestro yo. Es ahí, descendiendo a lo más profundo de nuestro ser, descubrimos el valor del rescate de la mano que se extiende para ayudarnos, y es entonces cuando aceptamos ese ofrecimiento.
Es con esas ayudas que vamos nutriendo el carácter; y ésas son las pequeñas victorias que producen verdadero gozo.
Apuntó, “nuestra misión personal consiste en responder, con nuestros talentos y desde la lógica del agradecimiento a las necesidades del entorno, en aportar a la construcción del bien común”.
Indicó que el reto entonces es saber estar atentos y saber responder al llamado, para lograr una vida con significado, pues sólo una vida con significado tiene sentido, y sólo una vida con significado nos llevará a la auténtica felicidad. La felicidad no es un fin en sí mismo, sino que es consecuencia de una vida bien lograda. La verdadera felicidad es la alegría que surge de un corazón empeñado y desgastado por un propósito fincado en la donación y en la congruencia con ideales nobles y justos.
Exhortó a los estudiantes, “Recojo todas estas reflexiones queridos jóvenes porque, aunado al grado académico, nuestra convicción es que éste es un tiempo idóneo, que difícilmente se repetirá, para que generen un proyecto de vida con propósito, un proyecto que les rete, que haga surgir lo mejor de cada uno”.
“Una vida con propósito, requiere de elecciones, que muchas veces suponen renuncias a bienes de corto plazo, muchas veces aparentes, en pos del largo plazo. O lo que es más, una vida con propósito exige muchas veces una lucha interior, que puede implicar sacrificar el éxito del mundo exterior en pos de lograr una victoria interior. Eso es lo que configura el carácter: una serie de disposiciones, deseos y hábitos que poco a poco nos moldean y facultan para vencer nuestras debilidades y sobreponernos a nuestras caídas. Es el carácter el que nos ayuda a no ser presa de nuestras pasiones, y a madurar como personas”, señaló el Mtro. Emilio José Baños.
El Rector de la UPAEP, advirtió, “Hoy en día el gran cuestionamiento para las universidades es sobre el tipo de sociedad que imaginamos, pero pocas instituciones se atreven a hacer este planteamiento desde lo más profundo, que estriba justamente en la idea que se tenga del hombre que conforma tal sociedad. Si algo diferencia a nuestra universidad, son las experiencias de vida que aquí se generan, que hacen brotar los talentos que desde la lógica de la gratuidad y del don despliegan su potencial para servir y transformar – experiencias significativas para un liderazgo transformador”.
Enfatizó que el toque distintivo de la UPAEP, es que este liderazgo tiene un carácter con personalidad propia, que surge a partir de un redimensionamiento de la humildad como la virtud del realismo para asumir lo que somos, para valorar lo que se nos ha dado y, desde la reciprocidad en la gratuidad volcarnos a atender el llamado del otro. Un liderazgo que no está exento de riesgos ni de renuncias, de hecho los requiere, pero que ofrece un profundo sentido de alegría y satisfacción, de auténtica felicidad.
Un liderazgo que pide concreciones específicas, en el aquí y el ahora. Para eso, como dice nuestra Visión, hay que “atreverse a vivir congruentemente nuestra identidad como ejemplo de virtud en el servicio, con respeto y amor al prójimo, para la transformación social en orden al bien común”. Ése es el camino hacia la forja de un carácter institucional, al que todos estamos convocados a asumir como propio, reafirmó el Mtro. Emilio José Baños.
Concluyo retomando las palabras del Papa Francisco a los millones de jóvenes que se congregaron en Polonia para la Jornada Mundial de la Juventud el pasado mes de julio, y que a este respecto nos dice: “Que tu vida se vuelva un jardín de oportunidades para ser feliz…Que en tus primaveras seas amante de la alegría.
Que en tus inviernos seas amigo de la sabiduría. Y que cuando te equivoques en el camino, comiences todo de nuevo. Pues así serás más apasionado por la vida. Y descubrirás que ser feliz no es tener una vida perfecta. Sino usar las lágrimas para regar la tolerancia. Usar las pérdidas para refinar la paciencia. Usar las fallas para esculpir la serenidad. Usar el dolor para lapidar el placer. Usar los obstáculos para abrir las ventanas de la inteligencia.