AQUÍ PUEBLA, DESDE LONDRES Por: Pascual Raúl Zárate Gil
En una noche de paz, en un ambiente europeo, que no deja estar permeado por la zozobra y la incertidumbre respecto al rumbo y futuro de la Unión y del euro, no son pocos los sobrevivientes a los horrores de la última gran conflagración mundial que concluyó con el armisticio de la Alemania Nazi y costó 50 millones de vidas , que miran expectantes, preocupados, el horizonte, ante el posible retorno del fantasma de la guerra que han vivido distantes en un ya largo histórico período de 70 años, uno de los más largos de paz y tranquilidad en un continente ancestralmente expansionista, conquistador y guerrero.
Dicha zozobra proviene ya por la aún impensable salida de Inglaterra de la unión, sometida a un posible referéndum, que daría paso a una formidable conmoción y replanteamientos continentales; ya por la sorprendente rebeldía del pueblo griego que se niega a aceptar nuevas políticas de austeridad a través de su nuevo gobierno.
Ya por el erizamiento de las tensiones que ha sembrado la invasión de la expansionista Rusia en el este de Ucrania, y el peligro de estallido de una indeseable oleada bélica que podría encender e incendiar una vez más al continente. Ya por el difícil proceso de integración monetaria, fiscal y financiera en que está inmersa la eurozona después de la crisis global de 2008 de la que Europa no acaba de reconstruirse.
La Segunda Guerra Mundial trajo consigo grandes transformaciones, cambios inesperados. Las potencias europeas perdieron su hegemonía colonialista. La geografía universal se reconstruyó bajo nuevas bases de poder, estados Unidos como líder.
Al lado de Estados Unidos la posguerra vio nacer a tres nuevas potencias: la Unión Soviética, co-triunfadora de la Segunda Guerra; China, producto de su revolución y su enorme, codiciada riqueza económica casi continental; y Japón, nación cuya grandeza y genialidad nace de su propio pequeño tamaño insular.
Europa tuvo que unificarse, formar una nueva patria común de las cenizas y de la amarga experiencia que les dejó la gran conflagración. Esa durísima lección debe ser inolvidable en el alma y el ánimo de las orgullosas potencias bélicas europeas que ya no lo son más. Por eso el horror al retorno del fantasma amenazante de una nueva guerra, ahora por el expansionismo ruso.
La Unión Europea, integrada por 28 países en búsqueda de paz y prosperidad a través de instituciones fundamentales: democracia, estado de derecho y un buen nivel de vida económico de sus pueblos, no ha logrado erradicar los eternos riesgos de algún conflicto bélico.
Lamentablemente el fantasma de la guerra fría retornó una vez más entre los mismos viejos adversarios: Estados Unidos, Rusia y Europa, ahora por el sueño de Vladimir Putin de convertirse en uno de los factores primordiales en la exigencia de establecer un nuevo orden económico y político mundial, a partir de su enorme riqueza energética, y de sus firmes y visionarias alianzas con China (38.000 millones de metros cúbicos de gas proveerá Rusia a China al año a partir de 2018), la India, Brasil, Sudáfrica (Grupo Brics), y recientemente con Argentina. Ésta última a través de la firma de un acuerdo de cooperación comercial, energético, técnico militar entre Argentina y Rusia, como el memorando entre la gasista Gazprom y la petrolera argentina YPF, así como con el organismo ruso Rosatom para la cooperación de construcción de una central nuclear en el país sudamericano
Rusia ha realizado ejercicios militares para simular una confrontación con la OTAN, con el despliegue de bombas atómicas, misiles y bombarderos. Llevó a cabo el reposicionamiento de armamento nuclear en sus fronteras con países de la OTAN.
La OTAN realizó ejercicios militares en el Mar del Norte para mostrar su capacidad militar y de respuesta. Lo cierto es que el poder armamentista y militar de algunas potencias europeas ha disminuido, se ha delegado a manos de Estados Unidos,
Estados Unidos envió esta semana a Jhon Kerry. El lunes fue recibido por Valdimir Putin. De estas y otras conversaciones se esperan acuerdos decisivos para devolverle la tranquilidad a Europa, definir el futuro inmediato de Ucrania. Rusia no ha penetrado más adentro de Europa debido a la presencia de Estados Unidos, el gran aliado europeo desde hace 70 años.
Putin apostó en su intervención en Crimea y Ucrania a que Estados Unidos está dividido por las próximas elecciones presidenciales. A que Barack Obama se encuentra débil para solicitar recursos bélicos al congreso y enviarlos a Ucrania. Y a que los estadunidenses no apoyarían el envío de tropas a un nuevo frente, luego de las adversas, costosísimas experiencias en Irak y Afganistán que contribuyeron al enorme déficit fiscal y al sobreendeudamiento estadunidense, la economía más endeudada del mundo. No por ello deja de buscar nuevos aliados como abrir las puertas a Irán y Cuba.
Europa está en plena reconstrucción de su mega crisis financiera y de endeudamiento. Hasta hace casi un año este continente era el mayor importador de gas ruso, con la compra de 160.00 millones de metros cúbicos. Rusia estaba jugando simultáneamente con Crimea, Ucrania y a presionar a Europa amenazándole con dejarlo sin el suministro de gas. Ucrania es el paso natural de sus gasoductos. La defensa de Ucrania de la invasión rusa significaría cortarles el suministro de gas.
Con estas cartas en este juego geoestratégico, el golpe de Putin alcanzó en principio los objetivos apetecidos en su afán de recuperar el control de territorios que fueron aliados bajo el signo de la Unión Soviética. Los objetivos siguientes serían los Balcanes y otros países del Este de Europa. Rusia tuvo, por semanas, el control del viejo continente, Parecía que el golpe maestro estaba dado.
Valdimir Putin no consideró, sin embargo, el formidable liderazgo y poderoso control geoeconómico y geopolítico que juega Estados Unidos a través de la globalización neoliberal. No hubo respuesta en el campo militar. Esta devino de las sanciones económicas y embargos financieros a Rusia; de la misma crisis de los precios petroleros que le daban ingresos y enorme liquidez financiera a Rusia.
Los sueños expansionistas e intervencionistas de Valdimir Putin se derrumbaron (con la fragilidad del papel en que fueron diseñados) con la caída de su economía dependiente en 60% de los ingresos por la exportación de hidrocarburos. Rusia no es una potencia económica, es una potencia energética totalmente dependiente de los mercados dominados por las trasnacionales norteamericanas, europeas, japonesas que también dominan en China, gran aliado de Rusia en energía y en el Grupo Brics.
Vladimir Putin y Rusia están en la quiebra económica. Estará Pútin en el desfiladero político si se prolongan, amplían y profundizan los embargos económicos y financieros occidentales, que pondrían al pueblo ruso en contra de su gobernante si persiste en conducirlos a una aventura de tantos sacrificios, precisamente cuando empezaban a vislumbrar una etapa de prosperidad..
Por lo descrito, los europeos no olvidan, que hoy, como hace 70 años, los tambores de guerra pueden surgir de los avatares más inesperados, fratricidas y descabellados. Son días y meses propicios a que la diplomacia juegue un papel histórico, no nos entregue un mortal fracaso, como el de las dos conflagraciones mundiales: 1914 y 1938.