De la Democracia Perfecta Unipartidista a la Antidemocracia Pluripartidista imperfecta

Aquí Puebla, desde Paris             Por: Pascual Raúl Zárate Gil.

Han dado inicio las campañas para renovar 9 gubernaturas, congresos de igual número de estados, alcaldías y la Cámara de Diputados, y la preocupación central de partidos y sus candidatos deben ser los indicadores electorales de las encuestas que señalan una creciente tendencia de la ciudadanía a anular sus votos o no presentarse a las casillas electorales el día de las elecciones. Preocupante resulta que las encuestas muestran que cerca del 60% de votos podrían resultar nulos derivados de una falta de credibiliadad en nuestro sistema representativo, lo cual refleja un desánimo en la desconfianza bien ganada en la vida política.

Anulación de voto e inasistencia a las urnas, igual a repudio popular a los partidos, a los gobiernos y sus candidatos. De qué otro forma va a manifestar la sociedad civil su descontento, su desconfianza, su desencanto contra quienes lo han venido defraudando gobierno tras gobierno.

Lo que quiere decir, y esto se siente hasta aquí, entre los mexicanos que nos frecuentamos, que la paciencia de los connacionales ha llegado a su límite, al hartazgo, al fastidio ante tanta impudicia, ineficiencias y obstinación en los errores de darle a la fuerza, década tras década, las mismas políticas que no resuelven la hambruna y desarrollo del país.

La ficción democrática inició en el año 2000 con la alternancia en el poder, con el ascenso a la presidencia de un candidato del PAN que adoptó como propios los mismos sistemas, hábitos, prácticas y vicios que caracterizaron al viejo sistema: corrupción, enriquecimiento ilícito, impunidad, presidencialismo, centralismo, falta de respeto a la ley y a la Constitución, y también los nuevos sistemas económico y de apertura democrática.
Otra forma de coloniaje económico de las grandes potencias sobre las medianas y subdesarrolladas economías, las cuales por un principio elemental y fundamental de inequidad, de desigualdad, están condenadas a perder la batalla en la competencia global frente a los más desarrollados. Frente a las potencias que controlan los centros financieros, la tecnología, las materias primas nacionales a las que les siguen imponiendo precios bajos; controlan los salarios y la mano de obra y las fuerzas del mercado. Poco juego y rol tienen las economías en desarrollo.

Y el razonamiento más elemental debe aceptar que en tales condiciones de dependencia, de desigualdad, de desequilibrios, la democracia es sencillamente imposible de practicarse cuando son unos cuantos grupos de poder los que más pueden, los que dominan las economías y los gobiernos, los que más reciban y se lleven la mejor y mayor parte de una economía abierta por nuestra clase gobernante al mejor postor..

La “democracia” ha producido 60 millones de pobres, 15 de ellos en la hambruna, 20 millones de subempleados, 2.7 millones en el desempleo abierto. Nuestro mercado de consumo depende en gran medida de las importaciones, a tal grado de depender 40% de alimentos externos.
Sino fuera suficente, la falta de credibilidad en tanto el Congreso de la Unión, com en algunos Congresos locales donde se aprueban leyes expeditas, donde los caprichos del Ejecutivo Federal y de algunos locales se promulgan sin discusión y escrutino alguno.

Partidos que violan de manera sistemática y reiterada la constitución y legislación electoral en búsqueda de obtener ventajas ilegales electorales.
Por estos factores y lo que sería larguísimo enumerar, el pueblo está hastiado, harto, ha perdido la confianza en los gobiernos, ha cundido el desánimo y la desconfianza contra la clase política y sus partidos. Pasamos de un estado autoritario unipartidista, a un sistema autoritario pluripartidista.

No hay partido por el cual valga salir a votar. Todos son lo mismo. Todos piensan igual. Todas actúan igual. Todos apuestan a lo mismo. De la democracia perfecta unipartidista que bautizó Vargas Llosa, pasamos a la democracia imperfecta multipartidista. A la ficción democrática en la que hay muchos partidos y de todos no hacemos uno solo que represente al interés nacional.

¿Valdrá la pena salir a votar? ¿Para legitimar una vez más a quienes se van a apoderar del poder del pueblo para llevarlo por caminos contrarios a su bien? No votar o abstenerse equivaldría a dejar manifiesto el repudio nacional a la clase gobernante que, una vez trepada en el poder, es soberbia e intolerante, antidemocrática, se siente y adueña del estado y de los gobiernos. Sería un aviso previo a las revueltas que contribuyen a que las cosas cambien. ¿O se empeoren por los verdaderos dueños del sistema?.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entrada siguiente

Venezuela revisará 'exhaustivamente' relaciones con España

jue Abr 16 , 2015
El gobierno venezolano convocó al embajador de España en Caracas, […]

Redes Sociales