Por: Pascual Raúl Zárate Gil
Aquí Puebla desde Londres, 22 de septiembre 2015. La tierra gira interminable y con ella el género humano tropieza y se levanta, va de sorpresa en sorpresa, de invento en invento, en paz y de guerra, de construcción a la destrucción, de un cambio a otro, de revolución a evolución, del integrismo al fragmentismo, de conflicto en conflicto, de crisis en crisis.
En este indetenible proceso giratorio, la Unión Europea aún no supera la crisis del endeudamiento de Grecia, que ha puesto a prueba sus principios y valores integracionistas, de comunidad, de hermandad solidaria y democracía; y, de pronto, la avalancha de la migración masiva procedente del medio Oriente en llamas, vuelve a estremecer, casi fisura sus cimientos de civilización de primer mundo, a ponerle otra dura prueba a su capacidad de organización, de respuesta, de solidaridad humanitaria unificada.
Esta vez la crisis no es financiera, de dinero que endurece voluntades y seduce egolatrías y poder, que nos revela que el dinero no tiene corazón ni sentimientos, como sucedió en Grecia, donde el utilitarismo del financiarismo impone sus avideces gananciosas al sacrificio y la austeridad de los helenos.
No. Ahora el tema es de derechos humanos. Y ninguna nación civilizada encuentra justificación, pretexto o excusa para sellar sus fronteras a los demandantes de asilo que huyen empavorecidos de la violencia en sus países.
Sin embargo, el común denominador de ambas crisis es la falta de consenso y unidad en la Unión Europea. En la crisis griega la voluntad de los más poderoso banqueros alemanes se impuso sobre Grecia.
En la crisis migratoria es Alemania la que ha tomado el toro por los cuernos, la que predica con el ejemplo otorgando asilo y protección pero no encuentra la comprensión y apoyo de los pequeños y pobres pueblos europeos, como Hungría que ha sellado sus fronteras, acicateada por la insatisfacción a las necesidades de su pueblo. Ese es el dilema de la unidad europea.
Comprar más problemas, sumarlos a los que no pueden resolver sus gobiernos. Recibir, proteger, darles vivienda, trabajo y servicios a migrantes de otros pueblos, si no tienen recursos para dárselos a sus propios ciudadanos. Las asimetrías territoriales, económicas y de desarrollo siguen marcando las gigantescas grietas, las profundas diferencias de esa mancomunidad de naciones.
La crisis migratoria no sólo le compete a la U.E. es una crisis de interés humanitario internacional. Un mundo hipócrita, como el de naciones ricas como Estados Unidos y Canadá que se niegan a aceptar o compartir como suyo este conflicto. Más de cuatro millones de sirios buscan refugio. Otros 7.6 millones que buscan desplazarse configuran una de las oleadas migratorias más dramáticas y trágicas en la historia de la humanidad.
No debe extrañarnos la recriminación del alto comisionado de la ONU para refugiados, Antonio Gutiérrez, a lo que califica de“tardía , decepcionante respuesta de la Unión Europea a las oleadas migratorias en las que han perdido la vida miles de personas en busca de la libertad y la paz. Lo que “vemos es una Europa dividida”, expresó el comisionado.
Alemania, que sufrió en carne propia la trágica migración de Oriente a Occidente al término de la Segunda Guerra Mundial, ha asumido su liderazgo al asignar 6 mil millones de euros, y establecer cuotas migratorias que cada país europeo debe asilar y resolver. Esta vez los flujos migratorios de Siria, Irak, Eritrea y Afganistán están cimbrando nuevamente los cimientos de la unidad europea.
El núcleo del conflicto recae en la guerra civil en Siria, enmarcada en los filos de la nueva guerra fría entre Rusia y Estados Unidos, la primera en defensa del dictador Bashar al Asad. Poderosas fuerzas rusas siguen llegando a Siria para evitar la caída del monarca. También la destrucción inmisericorde de Irak como resultado de una guerra invasora, destructiva, genocida, voraz, para hacerse del control de los vastos y ricos yacimientos petroleros,por el entonces presidente estadounidense George W. Bush. Son secuelas sangrientas de la anarquía que dejó la Primavera Arabe en 2011, en Egipto, Libia, Túnez y Libia, que derrocó dictadores con 30 y 40 años en el poder, ha reinstalado generalatos golpistas.
Como en Egipto, en donde su ejército masacró a 14 turistas mexicanos durante tres horas de brutal, delirante, innecesario bombardeo y fuego de metralla de aviones, helicópteros e infantería a turistas desarmados. Y que la cancillería mexicana debe llevar ante la Corte Internacional de la Haya en busca de su indemnización y reparación de daños.
Rusia y China vetaron, ante el Consejo de Seguridad de la ONU, en 2012 y 2013, un bombardeo de los aviones de la OTAN a Siria en apoyo a los insurgentes que intentan derrocar al dictador. Siria, como con Ucrania, son parte de la guerra fría que ha conducido a Rusia a un grave enfrentamiento con Estados Unidos,en que Barack Obama ha inaugurado la Guerra de Sanciones Económicas contra Rusia, y evitar severos desgastes como los sus invasiones a Irak y Afganistan.
Muchos países ya enfrentan problemas de altas tasas de desempleo, problemas de integración cultural-religiosa, problemas económicos, lo cual los lleva a no abrir fácilmente la fronteras a todos los que solicitan asilo.
Resulta necesario a partir del establecimiento de reglas y cuotas a los países, la necesidad de crear programas de integración, no solo a los que llegan, sino a los que reciben, para evitar choques étnicos, religiosos, culturales, de idioma, entre otros factores que deberán ser considerados. Evitar la creación de pequeños guetos como los existentes en Paris, Londres u otras grandes urbes, donde migrantes fueron aislados e ignorados por su resistencia a la adaptación a las naciones que los acogen.
Deberán establecerse reglas muy claras en el sistema de visado a personas con status migratorio que deseen viajar a otros países en busca de trabajo. Reglas de seguridad para que los gobiernos mantengan el control de los migrantes, evitar la infiltración de células terroristas.
La responsabilidad de respuesta recae hoy sobre las espaldas de la Unión Europea, empero es compromiso de la comunidad internacional ofrecer asilo y ayuda a los migrantes. Así lo determina la Convención de la ONU en el Estatuto de los Refugiados de 1951, y protocolo de 1967. Todo ello ratificado por México en abril del 2000.
México tiene sus propios y graves problemas migratorios como el proveniente de los países centroamericanos, de donde también recibimos oleadas incontrolables que padecen tratos inhumanos por piratas mercantilistas y la policía.
El gobierno mexicano debe desactivar los abusos a los migrantes en tránsito ilegal, y defender a los mexicanos del trato inhumano, de las políticas estadounidenses que criminalizan a nuestros migrantes con deportaciones masivas. Europa, si bien está dividida, le da a Estados Unidos y México un ejemplo de cómo atender el tema migratorio de manera humanitaria.