Buscar atemperar la inflación es un asunto de seguridad nacional inaplazable, por ello en próximas fechas el Gobierno Federal buscará aplicar un control de precios de garantía a 24 productos de la canasta básica. La inflación general anualizada en marzo fue 7.72% y la inflación no subyacente (alimentos y servicios) rondó el 16%; sin embargo, pretender contener la inflación desde sus efectos y no desde sus causas es un verdadero despropósito.
Se requiere de un consenso de amplio espectro social de mayor viabilidad y efectividad, además de que el dialogo sea público e involucre a todos los actores y sectores de la sociedad. La actual escalada inflacionaria está consolidándose después de varios meses consecutivos que ha puesto en riesgo la alimentación de la población más vulnerable del país.
“Esta inseguridad alimentaria pone en jaque la Salud Pública y condena a la desnutrición a millones de hogares mexicanos. Derivado de esto es que por fin el Gobierno Federal volteó su mirada para atender esta problemática que más temprano que tarde, de no hacer nada, se convertiría en un problema de gobernabilidad”, comentó Cuauhtémoc Rivera, presidente de la Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes (ANPEC).
Por ello, el Gobierno Federal anunció que el miércoles 4 de mayo dará a conocer un programa anti-inflacionario, cuyo eje rector es establecer un control de precios a 24 productos esenciales de la canasta básica. Se trata de fijar precios de garantía a estos productos (maíz, frijol, arroz, leche, aceite, huevo, tortilla, atún, sardina, pan de caja, azúcar morena, bistec de res, jitomate, limón cebolla, chiles jalapeños, manzana, naranja, zanahoria, pollo entero, chuleta de puerco, jabón de tocador, papel higiénico).
“Ya ha corrido mucha tinta de este tema, inclinándose la balanza pública a la reprobación de la medida, ya que en el pasado reciente se estableció el control de precios y resultó ser poco efectivo y contraproducente”, recordó Rivera.
“Hay de inflación a inflación, no todas son iguales, los periodos inflacionarios del pasado fueron provocados por el déficit público, por el sobregiro del gasto gubernamental, fundamentalmente. En cambio, la inflación de ahora es provocada por múltiples factores: desequilibrio de la cadena de suministro, ultraconsumo, factores estacionales (sequía), incertidumbre pandémica y la propia incertidumbre inflacionaria, al decir de los pronósticos que ésta se prolongará al menos por un par de años más, inhibiendo con ello la confianza que se requiere para la realización de nuevas inversiones”, señaló Cuauhtémoc Rivera.
Otros aspectos que animan la inflación actual es la precarización laboral, ya que en nuestro país predomina la informalidad y la mano de obra barata al pagarse la jornada laboral de 8 horas en menos de 10 dólares, por lo que la gente no tiene poder de compra para su manutención. En ningún lugar del mundo se pueden alimentar 5 personas con menos de 200 pesos diarios. Por eso, a 7 de cada 10 mexicanos no les alcanza para comprar los alimentos que requieren sus familias en la cotidianidad.
En síntesis, la inflación del pasado se colocó centralmente en la oferta; en tanto, ahora se coloca en la demanda. Al develar la foto completa podemos darnos cuenta que pretender atemperar la inflación alimentaria que padecemos fijando un control de precios es tanto como pretender curar un cáncer con una aspirina que lamentablemente no es otra cosa que dar una respuesta vieja (y mala) a un problema nuevo.
Festejamos el hecho que el Gobierno Federal se preocupe y ocupe de estos temas, bienvenidos a la “enproblemada” agenda de la microeconomía, pero tenemos que advertir algo: no son enchiladas, no es gritar buenas con chalupa; no, no, no, este no es un asunto fácil.
Se exige de mayor esfuerzo, involucrar de más actores en el diálogo y que esta conversación sea pública, que opinen todos: productores, ganaderos, campesinos, pescadores, consumidores, académicos, empresarios, comerciantes, comunicadores, que todo el mundo opine, ya que el efecto nocivo de la inflación nos atañe a todos, se deben escuchar y recoger todas las propuestas sin menosprecio. La ingeniería social que se ocupa es de alto impacto, cirugía mayor, la construcción de un consenso social de amplio espectro, que sea viable y efectivo, eso es lo que se necesita.
Hacemos un llamado al Gobierno a escuchar, arrastrar el lápiz y problematizar este grave asunto de la inflación que encara la sociedad. Basta ya de soluciones políticamente rentables que económicamente resultan inoperantes y hasta contraproducentes.